RELATO EXTRACTO "LOTA VOCES DEL INTERIOR"
DÍA FELIZ
La zona del carbón siempre mantuvo el índice mas alto en el consumo de alcohol, por lo que el Gobierno decreta "zona seca", entre 1945 y 1950, generándose venta clandestina, un negocio que se transformó en recurso seguro y que provocó que varias personas amasaran cierta recuado de dinero. Se establecieron medios y sistemas para introducir el embriagador líquido, sorteando el control policial para el contrabando. Algunas, tuvieron a los vagones de trenes como el teatro de operaciones. En el de las 18:45, que pasaba por Lota con destino a Curanilahue, bajaban señoras simulando estar embarazadas, luciendo una evidente barriga, o mujeres enfermas bian arropadas, quienes eran recibidas por esposos y familiares que sacaban desde sus prendas interiores las "cuntras de vino" que consistían en cámaras de rueda de tractores o vejigas de animal llenas de licor. Continuamente, viajaban grupos a Concepción a pasar un "Día Feliz", bebiendo algún brebaje a bordo del tren, el que compraban a campesinos de Santa Juana apostados entre los cerros cercanos, al abrigo de malezas y arboledas. Volvían de noche a Lota en el último tren que era llamado "El Borracho". 
A las 21:00, llegaba el último servicio proveniente de la capital penquista, del que casi siempre descendían personas que les costaba equilibrarse u, otros, que se quedaban rezagados entre los carros de la estación. Antes de iniciar toda la travesía, dotados de vino, los compinches daban la noticia del lugar donde estaban instalados los vendedores. Entonces, se corría la voz diciendo que "en la quebrada del tiro al blanco, en los tres aromos o cerca de la casa de los Morales hay una yegua muerta!". La venta de unos 300 litros de vino se remataban en unas cuantas horas, siempre bajo la vigilancia de una o dos personas llamadas los "Loros Vigilantes", que se apostaban en lugares estratégicos en caso de que alguien extraño o la policía apareciera, recibiendo como pago un par de litros para beber en su jornada y, una vez terminada, eran premiados con medio litro de aguardiente.
A las 21:00, llegaba el último servicio proveniente de la capital penquista, del que casi siempre descendían personas que les costaba equilibrarse u, otros, que se quedaban rezagados entre los carros de la estación. Antes de iniciar toda la travesía, dotados de vino, los compinches daban la noticia del lugar donde estaban instalados los vendedores. Entonces, se corría la voz diciendo que "en la quebrada del tiro al blanco, en los tres aromos o cerca de la casa de los Morales hay una yegua muerta!". La venta de unos 300 litros de vino se remataban en unas cuantas horas, siempre bajo la vigilancia de una o dos personas llamadas los "Loros Vigilantes", que se apostaban en lugares estratégicos en caso de que alguien extraño o la policía apareciera, recibiendo como pago un par de litros para beber en su jornada y, una vez terminada, eran premiados con medio litro de aguardiente.
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